miércoles, 7 de octubre de 2015

LAS COLONIZACIONES O CORRIMIENTOS DE 
FRONTERAS Y SUS REPERCUCIONES EN EL USO DEL SUELO 
Y LA VIOLENCIA.
Como lo testimonia un creciente número de trabajos, la colonización de las selvas y llanuras subtropicales y tropicales de América tiende a convertirse en un área especializada de lo que podría llamarse las "sociologías de la colonización". E n estos estudios, que muestran con profundidad cada vez mayor las especificidades de este proceso en nuestras latitudes, se plantean distintos temas, como son las tecnologías de uso de los recursos, los choques culturales (los cuales han conducido por ejemplo a la liquidación de comunidades indígenas), las relaciones con el Estado, etc. En el caso colombiano tienden a configurarse unas peculiaridades que vale resaltar desde ahora: el ciclo "migración - colonización - conflicto - migración", que traslada a muchos de sus actores, inclusive, a través del tiempo y el espacio, como elementos constantes en el proceso de la colonización y que detrás de ellos lleva y reproduce las estructuras agrarias y las contradicciones propias de ellas, prácticamente a todos los rincones de la frontera agrícola. Una segunda particularidad que se va haciendo visible en esta historia es la presencia de la organización de los colonos, fenómeno que en cierta medida rompe con la tradición -prácticamente universal- del individualismo como rasgo de las sociedades de frontera.
Un aspecto que amerita necesariamente mayor estudio y reflexión, es el referido a la configuración social de los espacios en la colonización. Generalmente, en nuestro caso, las apreciaciones sobre la ocupación del espacio en las fronteras reseñan la configuración de núcleos preurbanos o urbanos, la estructuración de la tenencia y uso de la tierra, la aplicación o construcción de infraestructura, etc., pero está ausente "una visión de conjunto" sobre el espacio, sus articulaciones y sus dinámicas. Como se verá más adelante, la ocupación de ese "medio país" que son la Orinoquia y la Amazonia colombianas, configura gradualmente la prospectiva de integración de un vasto espacio, con características ecológicas, económicas, sociales, políticas y culturales marcadamente diferentes de las que previamente han estado presentes en la integración del país andino o del "país" de las sabanas y litorales caribeños.
Estos "nuevos" elementos lo son solamente en las proporciones en que intervienen, en su mezcla. El "capitalismo rapaz" que hoy actúa en el narcotráfico y actividades asociadas, es nuevo solamente en sus alcances y dimensiones: las tradiciones del campesinado andino hunden sus raíces en las sociedades coloniales y postcoloniales del siglo XIX, pintadas por Eugenio Díaz o Medardo Rivas, pero ahora se encuentran en nuevos espacios y disponen de mayores recursos. Pero hay también esos elementos novedosos que antes se señalaban: la organización político-gremial como elemento de la cultura colonizadora y, con ella, las proyecciones militares que plantean las experiencias guerrilleras. Esto es lo "viejo" y lo "nuevo" que entra a configurar e integrar a esta nueva Colombia de las selvas y llanuras orientales.
LA VIOLENCIA:
La transición de la sociedad colombiana hacia el desarrollo capitalista afrontó la adecuación de un conjunto de estructuras políticas, económicas y sociales a las exigencias del nuevo ordenamiento. Ello hacía referencia a la propiedad territorial, las formas de trabajo y la organización de la producción y las estructuras del poder a nivel local, regional y nacional. Con ellas se encontraban vinculadas las relaciones internacionales del país, nivel que también incidió en las peculiaridades de la transformación capitalista de Colombia.
Las estructuras agrarias, sacudidas por décadas de conflictos, se adecuaron en un lento proceso con grandes diferenciaciones regionales, pero sin alterar el patrón de predominancia de la gran propiedad. Ciertamente en muchas zonas desaparecieron las extensas haciendas que habían dominado hasta la primera mitad del siglo, pero ellas dieron paso a explotaciones de tipo agroindustrial, ya no poseídas por "un señor de la tierra", sino por una sociedad de empresarios en los que, de todas maneras, estaban representados los primeros o sus descendientes.
Según un estudio reciente de CEGA (Corporación de Estudios Ganaderos y Agrícolas), la tendencia de la estructura de la propiedad ha sido la del desplazamiento de las grandes unidades (mayores de 2.500 hectáreas) hacia las zonas marginales y con deficiente calidad de suelos. Sin embargo, no puede decirse que las zonas en donde antes primara una gran hacienda, fueran escenario de una redistribución de la misma: por efectos tributarios, de racionalidad económica y a veces por la presión campesina, los antiguos latifundios de miles de hectáreas fueron divididos, dando lugar a la organización de explotaciones más reducidas, pero sin que por ello concluyera el control monopolístico de la propiedad territorial. Este proceso, muy diferenciado regionalmente de acuerdo con la dinámica de los mercados, el comportamiento de los epicentros locales, etc., no significó entonces un cambio sostenido a favor de las economías campesinas. En algunos lugares, como en el sur del Tolima, o en la vertiente occidental de la cordillera Central, a raíz de la Ley 200 de 1936 y de procesos anteriores de colonizaciones aldeanas, se habían configurado importantes núcleos campesinos que dieron lugar inclusive al surgimiento de mercados locales de cierta importancia (Barragán, Ceilán, Versalles, en la cordillera Central, por ejemplo). Sin embargo, la profundización de los conflictos condujo en muchas zonas a la liquidación de estos núcleos campesinos; en otros casos, se produjeron emigraciones masivas, quedando algunos asentamientos que posteriormente lograron alguna recuperación.
En el tráfago de la guerra, algunos grupos campesinos se desplazaron hacia zonas marginales del interior de la frontera, estableciendo colonizaciones como la de El Davis y Marquetalia en el Tolima, o el Alto Duda y Alto Ariari en el Meta, el Magdalena Medio y el Urabá principalmente antioqueño. Otras, se orientaron propiamente hacia las fronteras, como ocurrió con Arauca, Caquetá, el Guaviare, etc., iniciando procesos como el que ocupa este estudio, en los pliegues de la serranía de La Macarena.

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